No sabría decir cuántas horas hemos compartido. Horas de sueño, cometido y sentido de tu existir, de dar comodidad en esas horas reparadoras que necesitamos. Pero, aún siendo tan importantes, es aún más sustancial tus horas compartidas cuando me inunda el insomnio. En esas horas eres la amiga silenciosa que sabe oír y recibir mis lágrimas en la noche, que mitiga dolores y dudas, que sosiega acunando palabras silenciosas salidas del corazón.¡Sois tan amigos!Él y tú, unidos en alegrías y sinsabores, sois las riendas que frenan mi mente de acaloradas etapas efervescentes, que reparan heridas de toscos caminos empedrados, que sangran en la más absoluta coagulación contenida. Desbocado a veces, mi pobre corazón habla de dimisiones y huelgas imposibles, de retiradas, de gritos de protestas, de vagancias y retiros de ilusiones que le acompañen... de rendición.
Pero tú, como heroína espada en alto, sostienes todos los baluartes y los prendes de mis sueños dando sosiego a todas las mañanas nacidas y venideras.
Por ello hoy, en esos lapsus de vida que llamamos días, te nombro mi más intima amiga, con pleno derecho.
