Mi barrio, en general, es un barrio tranquilo. Siempre ha sido tranquilo.Aun teniendo tráfico,este deja que sigamos oyendo el canto de los pájaros.
Pero saborear el dulce sonido del silencio, eso, desde hace años, no es posible.Mi ciudad disfruta de clima soleado y por ello es más abundante el calor durante casi todo el año.La Primavera y el Otoño duran poco y saborear su tibio sol cerrando los ojos y dejando que nos acaricie, es toda una gozada. Dejar que cada uno de sus sonidos lleguen a mis oídos.Primero como una orquesta, todos unidos haciendo una sinfonía melodiosa. Después, poco a poco, dejando que cada uno de ellos se rebelen como propios. Los diferentes cantos de los pájaros, identificando cada plumaje, pico, color o silueta.El beso de las hojas, de las ramas susurrando abrazos, secretos, conquistando, arrullando nanas.Y unidas, de vez en vez, el grito de las sirenas abriendo carreteras en corazones cerrados, en esperanzas cerradas... indiferencias cerradas...pero tan unidas al paisaje urbano que son un silbido más del silencio.
Pero ahora no, ahora el sonido del silencio es un continuo zumbido persistente, molesto, taladrador...crees ver venir a la abeja, fina y delicada, a posarse sobre la flor, tierna, dulcemente, en un baile amoroso y sensual, libando y polinizando, creando esa unión maravillosamente creadora.
Pero no, eso no existe. La abeja desconcertada anda perdida entre falsos panales que solo destilan... agua. Falsas colmenas zumbonas de mi barrio. De los barrios de todas las ciudades.
