A veces nos aferramos a recuerdos, aún sin querer. Creemos que lo olvidamos y no hacemos sino dormirlos en lo más hondo del cajón de los sentimientos.
Olvidar dejando guardados retazos de ese ayer, no es posible. Y en esa tesitura me encontraba.
Siempre me ha gustado guardar cosas de diferentes espacios de mi vida, cartas, fotos, regalos, poemas, borradores y un casi largo etc. Ayer di un paso adelante, así, sin darme cuenta, y, llegando a mis manos algunas cartas antiguas, las rompí. Vi al hacerlo que era fácil cuando hemos despegado añoranzas y nuestra mirada mira hacía el futuro. Descubrí que me resultaba casi liberador y que para ver llena nuestra vida cuando los años vayan dejando mella en los surcos del camino, no necesitamos de pobres muestras, sino la riqueza de haberlas vivido. Esas muestras no son sino un lastre que puede impedirnos avanzar saboreando cada presente que a la vez es pasado inmediato e irrepetible.